LA MÚSICA QUE TOCÁBAMOS

Yo recuerdo un día largo… Un día largo que ya se fue. La guitarra de Mike destilaba melancolía fuerte y rancia, y la rabia… ¿Cómo decirlo, después de tanto tiempo?...
La rabia que chorreaba de mis cuerdas vocales se entremezclaba en mi saliva con el dolor y, por qué no, con el placer. Después de todo, para qué nos habíamos juntado allí si no era para transformar nuestros dolores en placeres, para escupirle al mundo en la cara con un  oscilante manifiesto en contra de las cárceles absurdas del diario vivir. Pero las oscilantes cuerdas, los oscilantes parches, nuestras oscilantes ondas cerebrales se sincronizaban en otra orilla, y nunca encontraban el tan mentado centro, el equilibrio, el justo medio. Ni hablar de justicia salomónica. Era más bien un lento descarriar hacia un extremo lejano y largo, como aquel día que ya se fue, como un pasillo oscuro interminable, como la garganta de una mujer, como las horas que se nos iban despegando lentamente de las paredes que no sabíamos que nos contenían. Porque cuando se derribaron las paredes… Simplemente no supimos contenerlo a tiempo. La crecida del río fue grande ese verano, pero más grande y dolorosa fue la sequía… Nunca, nunca se los voy a perdonar, idiotas. Cuánto placer… Imperdonable placer… Y el péndulo sigue oscilando con furia, con melancolía fuerte y rancia, y rabia; con destellos de genialidad y estériles espasmos de cortisona. Enciendo otro cigarro y observo, como siempre, tomándome mi tiempo, pero ya no es mi tiempo. De nuevo las defensas, las paredes de profiláctica contención, y el día largo, cada vez más lejos y más largo, como las cuerdas oscilantes del contrabajo de John, que no paraba de tocar en ostinato aquellos pasajes escalofriantes que le brotaban del corazón y nos encendían, como cuando soplás una brasa que creíste apagada, como cuando pateas la tierra y salta el fósil del eslabón perdido, de la última esperanza de un mundo absurdo que ya no deja de colapsar su lenta y placentera agonía final. ¿Qué hicimos? ¿Qué dejamos sin hacer? Poca importancia tiene ahora que mis venas se dilatan como un canal un río un día largo que… Tal vez yo sea el único que se preocupaba, después de todo, siempre con ese horrible presentimiento comiéndome el seso sin cesar. Y Barrett, pues también estaba Barrett, tan duro como el mango de sus escobillas de Jazz, indiferente y reacio, que esgrimía sus cuerpos membranosos como una defensa una contención. Pero la defensa… Para qué insistir ahora, justo ahora que la niebla nubla el brumoso recuerdo de un día largo, largo y lejano, de cuyos dolorosos escalofríos no recuerdo si no el placer. Cada vez más placentero, cuanto más me deshago de ellos… Ya no son mis amigos, nunca lo fueron. Y el río va a crecer otra vez como aquel verano y va a derribar las paredes otra vez y va a dilatar mis venas con furia rancia y velocidad, ¡lanza la bola! Espero que esta sea la última, la última vez.


In memoriam Layne Staley (1967-2002)


Comentarios

  1. Muy bueno Mauri, muy buen proyecto, chicos!

    El Juan Vera.

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