Luli Interllige - BB10
“¡Alejarse! ¡Quedarse! ¡Volver! ¡Partir!”, gritó César Vallejo en su poema “Algo te identifica”,
el que remata con la sentencia: “Toda la mecánica social cabe en estas palabras”.
Las inquietudes de Vallejo son de los años treinta, pero siguen vigentes, hoy más que nunca.
Esto pienso mientras escucho a Luli Interllige, la autora del disco “En lo insondable el velo se rompe”.
El álbum abre con la canción BB10, y al minuto ya nos fulmina: “¿dónde queda el kiosco más lejos de acá?”.
Así nos abre un laberinto de interrogantes que problematizan la mecánica social en nuestro presente.
No por nada “En lo insondable” salió en abril de 2021, cuando todavía las nociones de estar lejos o cerca, de
volver o de partir, se medían en términos de peligro.
"¿Dónde quedás vos? ¿Dónde quedo yo?", se pregunta también Luli.
¿Dónde está Luli?
Ella nos mira directo a los ojos, apoyada en una ventana. Detrás de ella, un bosque sombrío. Dentro del bosque,
lo insondable.
Hay algo en la voz de Luli que nos invita a pasar y seguir el camino incierto de las preguntas; a pulsar con el
trance hipnótico de los acordes, como si se tratara del latido de un corazón.
La composición (llena de pequeños detalles que se van superponiendo, incorporando, entrando y saliendo de
escena) consigue llevarnos a ese lugar en el que el tiempo parece estar suspendido. Las guitarras tienen un dejo de
chorus y paneos que ayudan a enrarecer la atmósfera, a salir de la afinación perfecta, a sumergirnos en un espacio
fluctuante.
La voz de Luli en primer plano nos guía, y desde ese lugar se permite cantarnos casi en un susurro, sin
estridencias, sin vibrato, sin dramatizar la escena. Sus preguntas calan profundo, abren nuevos interrogantes, y
muestran senderos que nos hacen perder, como al Dante, el recto camino.
Dejo el libro de Vallejo en la estantería y hago girar el café en la taza, como si fuera a revelarme un misterio,
mientras sigo escuchando y pienso: ¿existe un lugar más impersonal y despojado de afecto que un kiosco?
Vos, yo y un kiosco lejano.
La mecánica de alejarse, quedarse, volver y partir, condensada en un circuito triangular en el que apenas se
reconocen “espaldas”, y las “cortinas” permanecen “cerradas”. Un juego de escondidas anónimo que se dilata
hasta volverse nueva normalidad.
Y el disco de Luli irrumpe en la escena mendocina para recordarnos que es justamente en este universo de
soledad, de despojo, de encuentro con la sombra -en lo insondable-, donde el velo se rompe.
Para ver.
Para vernos.
Para reconocernos.
Para saber quiénes somos.
Y dónde estamos.
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