TIME IS A GREEN CHEESE


   Una de mis obsesiones más grandes es eso que pasa con el tiempo cuando entra en contacto con las letras de las canciones. Si tuviera que apelar a una imagen clara para ilustrarlo, sería la de los inquietantes relojes derretidos en “La persistencia de la memoria”.
Parece ser que Dalí pensaba bastante en Einstein mientras comía Camembert, y ya puede uno imaginarse el resto. Está claro que la respuesta no tiene un cuerno que ver con el queso de Normandía, y que no todo el que goce de una buena cena y sepa cómo maridarlo acabará irreductiblemente reflexionando en la relatividad de lo duro y lo blando, con sus profundas implicancias. Gautama ya se tomó el trabajo de advertirnos sobre los riesgos de quedarse viendo el dedo que apunta a la luna. La sabiduría de los pueblos europeos también pone sobre aviso a los crédulos que creen en el proverbio recogido por John Heywood, “the moon is made of green cheese”, y así vale seguir con innumerables relatos, fábulas y leyendas (que tienen por igual de fabulosas y de verdaderas). Pero bien podemos bastarnos con poco para saber que la respuesta está en otro lugar, más allá de lo evidente. No estamos seguros si a Gautama le gustaba el queso, pero la luna a la que apuntaba su dedo tenía la maravillosa redondez de un método para abrir los ojos a la realidad eternamente cambiante en que vivimos. La fábula misma es la llave, y el que bien sabe fabular bien puede acceder a lo fabuloso. Y entonces el dedo, la luna, los relojes, todo se derrite ante nuestra mirada, y nunca nada vuelve a ser igual. Es lo que la canción me hace sentir. En ellas no parece haber problemas para saltar del pasado al futuro o girar en remolinos, lejos de la constante cronológica que nos sabe tan tediosa y amarga. Será que escuchamos, y sobre todo hacemos canciones, para esquivarle el bulto a las agujas de todos los cronos y sus invenciones mecánicas demenciales. En una canción no hay más tiempo que el numerador de compás, pero éste resulta apenas un bastidor para soportar los más inusuales viajes en el tiempo. Un cuadro en el que los relojes siempre se están derritiendo. El músico se transforma en demiurgo cada vez que toma la palabra y, si bien vive jugando con fantasías, no debemos subestimar el poder de la canción, tanto como nadie debería subestimar la veracidad de una fábula. El poder de la palabra. Pero la palabra cantada es capaz de volar por encima de todos los significados. Cuando cantamos ablandamos el lenguaje como queso fundido. Si en lugar de hablar cantáramos, todas nuestras palabras marcarían la sentencia de nuestros relojes, el fin de nuestra aburrida noción del tiempo. Todas las lunas serían de queso y todos los dedos la apuntarían. En el reino de la canción todas las fábulas son verdaderas.

FatCatArt.com http://fatcatart.com/wp-content/gallery/art-of-xx-century/dali-the-persistence-of-memory-cat.jpg

Comentarios

  1. Excelente, se nota que eres músico. Gracias por traer a mi vida fat cat art.

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    1. Gracias Peter por acercarte, leer, comentar y, si gustas, compartir. Sí, soy músico y me apasiona la existencia de cada pequeño sonido. Me inspira por igual a componer y a escribir. En cuanto a Fat Cat Art lo conocí recién ayer, y lo amé de inmediato. Abrazo para ti!

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  2. Qué interesante! Gracias por expandirlo al campo cuántico! Abrazo!

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    1. Gracias por leer y comentar! Que todos nos expandamos siempre con ideas maravillosas!

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